"Lu Hsin, sentado a la cabecera de la mesa, ante el silencio absorto de los invitados, se llevó a los labios una tacita de té... azul. Tomó un sorbo de té azul, respiró, y tomó otro. Terminó la tacita de un sorbo más, y volvió a llenarla com el té azul de una tetera blanca de porcelana traslucida, llena hasta la mitad. Cada uno de los invitados, cinco graves señores mayores, estava sentado frente a una taciyta idéntica a la del anfitrión, llenas asimismo de té azul. Habían obsrvado atentamente a Lu Hsin, aun sin parecer que lo hacían. Como si salieran de un sueño, o dentro de é adquirieran movimiento, alzaro todos a un tiempo la mano derecha, tomaron sus tacitas, y se las llevaron a los labios. Un sorbo, en el silencio perfecto: cinco sorbos. Lo degustaron, pensativos. Reinaba la impresión de que a ellos no se los podrían engañar, no digamos con té chasco, per ni siquiera con um buen colorante puesto en la infusión. Y a pesar de esa certeza, estaban en trance de comprobar una verdad inverosímil. Vaciaron las tacitas confirmando um juicio. Las devolvieron a la mesa con ruiditos secos, espaciados: la música secundaria del té.
— Es té, indudablemente — dijo uno de ellos. Los otros asintieron.
Se sucedieron entonces las congratulaciones a Lu, teñidas de disculpa, como se dijeran que había sido un trámite burocrático más.
Los cinco ancianos, reconocidos expertos en arte, habían sido jurados en un concurso de pintura com té, de los que son tradicionales en nuestro país. Con las distintas variedades de té, aplicadas con pincel sobre los papeles clásicos de los acuarelistas, se obtienen exquisitas coloraciones pardo gresáceas, doradas, amarillas, ocres en todas sus tonalidades, anaranjadas, y hasta un tenue rojo. Pero, nunca azul; de ese color no había antecedentes em los cuantiosos anales de la pintura com té. Todos los colores de un bosque en otoño, pero no el cielo que se alza encima de las copas de los árboles. Todos los colores de un crepúsculo, pero no el que está antes de las transformaciones. Sin embargo, en este concurso se haía presentado una obra íntegramente pintada en azul, en lo más diversos matices del azul, desde el profundo y opaco en el que viven los pulpos, hasta el aéreo y lavado com blanco, en el que flotan nas nubecillas del mediodía. Las obras se juzgabán únicamente por sus valores pictóricos; hacerlo de otro modo habría segnificado rebararse a un nivel artesanal, o de mera curiosidad o hobby. El cuadro azul había superado a los demás presentados, por su inspiración y su destreza técnica; era el mejor, pero ¿era té? Su autor, que no era otro que Lu Hsin, había debido invitar a los jurados a probarlo en su casa. Ahora, el final requisito había sido satisfecho. Bebieron su té, y todos en paz."
Una novela china, César Aira. Ed. Contemporánea.
Uma das diversões de se estudar a literatura é ir descobrindo suas camadas. Após a leitura do Pequeno manual de procedimentos, a coletânea de ensaios recolhidos e organizados por Eduard Marquardt e Marco Maschio Chaga, pela editora Arte & Letra, deslizar por um outro livro de Aira é descobrir seus segredos e manobras. É encontrar, na forma de ficção, os preceitos descritos e admirados por ele, seu famoso procedimento, sua escrita disciplinada, seu "fugir para frente". Mas, nenhuma preceito, procedimento, concepção teórica, ou o que seja, adiantaria se não fossem adotados por uma imaginação extrema e desimpedida. Uma capacidade de criar e inovar extrema, sem cair em experimentalismos herméticos e desagradáveis. Ele escreve com uma liberdade e descompromisso invejáveis.
Rio, 020708
3 comentários:
oi, leitor. que saudades d'ocê. dei uma geral no teu blogue, fazia tempos que não vinha aqui. tá bonito. bom acompanhar os progressos dos pequenos leitores e tal. tanta vontade de papear contigo... muito difícil? bjs.
nossa, tinha esquecido completamente a historia do corredor do prédio na Assembléia... hahahaha... :-))
msn ou skype, né? não fico mais sentadinha diante do computador como antigamente, mas acho que dá pra fazer alguma coisa.
bjs! :-))
ps: bjs na família leitora. ;-)
Grato pela leitura. Eduard Marquardt
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